Por fin estás en tu habitación, en silencio, dándole vueltas una y otra vez a lo que te está pasando, a lo que decidiste. Sabías que era lo mejor. Nadie te presionó. Sin embargo, ahí estás, con un nudo en la garganta y un dolor que no sabes cómo explicar. Te repites: “Estás bien, tú lo elegiste”, pero las ganas de llorar no se te quitan… Renunciaste a ese trabajo, a esa relación, a ese sueño… y te duele. Te duele mucho más de lo que esperabas.
Si te sentiste identificado con el párrafo anterior, este texto es para ti: para ti que estás atravesando un duelo invisible; para ti que estás sufriendo una pérdida que tal vez nadie más comprende. Porque no hace falta que alguien muera para que haya un duelo. Quiero ayudarte a comprender lo que te está pasando.
¿Qué es un duelo?
El duelo es lo que sientes cuando algo que amabas, algo que te daba sentido o seguridad, deja de estar. Es ese proceso que llega cuando tienes que adaptarte a una nueva realidad que no elegiste —o que sí elegiste, pero aún así sientes que te parte el alma.
Se manifiesta de muchas formas: tristeza, rabia, miedo, culpa, confusión. Y no hay una única manera de vivirlo. Cada persona, cada historia, cada pérdida tiene su propio ritmo, su forma de sentirlo y de expresarlo.
Hay duelos que no se ven
Cuando hablamos de duelo, casi siempre pensamos en la muerte. Pero hay otras pérdidas que también duelen, y mucho. Algunas, incluso, no se notan a simple vista. Son silenciosas, íntimas, pero muy reales. Te menciono algunas:
- Cuando termina una relación
Ese amor que ya no está, esa amistad que se enfrió, ese vínculo familiar del que decidiste alejarte. Aunque nadie lo vea como “una gran pérdida”, tú sabes cuánto te duele. Y ese vacío también merece ser nombrado.
- Cuando se termina una etapa
Te jubilaste, terminaste la universidad, cambiaste de ciudad. Quizás te felicitaron, te dijeron que es una nueva oportunidad. Pero tú extrañas lo que eras, lo que tenías. Y eso también es un duelo.
- Cuando algo que soñabas no pasó
Querías ese trabajo, ese bebé, ese proyecto. Te esforzaste, creíste, esperaste… y no se dio. El duelo por lo que no fue es uno de los más invisibles, pero también uno de los más profundos.
- Cuando tu salud cambió
Un diagnóstico, una operación, una restricción nueva. Tu cuerpo ya no responde igual, y te cuesta aceptarlo. La pérdida de salud también es una pérdida de la vida como la conocías; sentir que ahora tienes limitaciones
- Cuando ya no sientes que eres la persona que eras antes
Cambiaste de país, dejaste un rol importante, tuviste que reconstruirte desde cero. A veces no reconocerte también duele. Porque perder una parte de tu identidad puede ser como perder a alguien.
- Cuando cambian tus condiciones de vida
Una crisis económica, una pérdida de estatus, tener que ajustar cada gasto. Y no es solo lo material lo que duele: es todo lo que eso representaba para ti, lo que te hacía sentir seguro.
¿Qué son los duelos invisibles?
Son esos duelos que no se nombran, que no se validan. Porque nadie los ve como importantes. Porque te dicen que “no es para tanto”. Porque tú mismo te exiges estar bien y te castigas por sentir, quizá porque estas nuevas situaciones fueron resultado de tus propias decisiones.
Quizás has escuchado frases como:
— “No exageres, ya deberías haberlo superado.”
— “Tú al menos tienes salud, trabajo, familia…”
— “Hay gente que está peor.”
Y entonces te callas. No lloras. No hablas. Pero el dolor sigue ahí, creciendo en silencio.
¿Qué pasa cuando no hablamos del dolor?
Negar lo que sientes no hace que desaparezca, solo lo empuja hacia adentro. Y lo que se guarda, muchas veces termina saliendo de otra forma y hasta empeorando; es como una herida que, al taparla, se infecta.
El dolor callado se vuelve más complejo, se enreda y muchas veces se manifiesta como ansiedad, irritabilidad, apatía, depresión, cansancio extremo o incluso síntomas físicos. Esto ocurre especialmente con pérdidas que están llenas de silencio social: como una pérdida gestacional o perinatal, un aborto, un suicidio cercano. Son dolores que a veces no tienen palabras, ni rituales, ni abrazos, ni condolencias. Pero siguen ahí, atravesados por dentro.
Reconocer tu duelo es empezar a procesarlo, a elaborarlo
Reconocer tu duelo es empezar a procesarlo. No necesitas que los demás entiendan tu dolor para que sea real. No tienes que justificar lo que sientes. Lo que perdiste —aunque no tenga nombre ni ceremonia— fue importante para ti. Y eso basta. Reconocer tu duelo no te hace débil. Te hace valiente. Te hace humano.
Una invitación al cuidado
Esto es para ti. Para recordarte que lo que duele merece ser mirado con ternura. Que puedes buscar apoyo, abrir tu corazón, darte tiempo. Que mereces compañía, escucha y respeto. Y, sobre todo: mereces ser amable contigo mismo. Expresar, llorar, escribir, hablar de lo sucedido, es necesario para que puedas integrar la pérdida que sea a tu nueva realidad, para que te puedas adaptar a vivir sin eso que era parte de ti.
Porque ignorar el dolor puede afectar profundamente nuestro bienestar emocional. Buscar apoyo y contención es necesario. Reconocer el duelo es el primer paso. No necesitas justificar tu dolor para que sea válido. Nombrar lo que te duele no te hace débil. Te hace humano.
Te invito a escuchar el episodio No. 42 de mi podcast Mundo Interior en el que profundizo sobre: “El proceso de duelo”, y el episodio No. 33 sobre “El duelo gestacional: de la ilusión a la pérdida”. Tal vez encuentres allí palabras que te abracen. Y si conoces a alguien que esté pasando por un duelo silencioso, compártelos. A veces, un gesto pequeño puede ser esa luz al final del camino.
Boss, Pauline (2000).
«Ambiguous Loss: Learning to Live with Unresolved Grief.»
Editorial: Harvard University Press.
Kübler-Ross, E. & Kessler, D. (2017) Sobre el duelo y el dolor.
Editorial: Luciérnaga
ISBN: 9788415864905