Es tiempo de luz y de color, de cantos y oraciones, de buenos deseos, de decirles a las personas que queremos, cuánto las queremos; de rescatar el valor de las tradiciones, de memorias de infancia, de estar en familia, de compartir con nuestros hijos y amigos… También es tiempo para fraternizar, y ante todo, el espacio para agradecer.
Para una comunidad sin fronteras, es época que invita a una mirada interior, profunda, esencial.
Entre los afanes de compras, ruidos y multitudes, se hace preciso buscar el espíritu de la época, como una acción deliberada y liberadora al mismo tiempo. Vale la pena preguntarnos ¿Cuál es el verdadero sentido de la Navidad para cada uno? ¿Qué es lo que resulta infaltable para cada quién?
En nuestra costumbre religiosa, celebramos el nacimiento del Niño Jesús; decimos que al menos por ellos, los niños, haremos esfuerzos para que la navidad sea mágica. Que la imagen de este humilde nacimiento, nos motive a albergar en nuestros corazones, sentimientos de alegría, armonía y paz.